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Vení, vení

Después de un partido en el cual costó respirar, quedarme sentade y no pensar en las finales del 2006/2014...ganamos el mundial y empezó un periplo al Obelisco.


Siempre sentí que veía las cosas de afuera, siento, no ser parte del todo. Sólo que con los años me acostumbré a no sentirme avergonzade por preguntar ni pensar que tengo que saber todo. Ya las burlas me resbalan y tengo la suerte de tener amigues que no juzgan por pequeñeces como no haber visto nunca Gran Hermano.


Pero ese domingo caminando sole por la ciudad de festejo me di cuenta que esa acción se sentía como un hogar. El 99% de las veces que fui a una marcha, estaba sole: salir de casa a solas y empezar a encontrarme con personas afines en el bondi, el subte, las calles que rodean Congreso y la Plaza de Mayo o donde sea que fuera la concentracíon. El año pasado empecé a encontrarme con amigues, cosa que nunca me había pasado y es una experiencia aparte.


No hay nada como una protesta o una fiesta popular y en una fecha importante, mi instinto ya es ir a la calle. Ver cómo se subvierten algunas dinámicas con las calles cortadas, las personas trepadas, fuegos en la vereda para calentar comida, la solidaridad — son elementos que disfruto muchísimo. Te hacés consciente de que no estás realmente sole y mirá cuántas personas están poniendo el cuerpo igual que vos.


A veces no es suficiente como consuelo cuando lo que te convoca es un horror — Tehuel de la Torre no pudo festejar el mundial con nosotres — pero es una parte integral de mi vivencia porteña que no cambio por nada.


En fin, el 18 de diciembre no había chance de que no fuera al Obelisco, aunque saliese de San Isidro sin bondis ni subtes que anduvieran a partir de Belgrano. Llegué hasta mi casa a pata, cené, me volví a calzar y salí por Santa Fe hasta el Obelisco.


Les dije que adoro Capital Federal de noche? Estar caminando y bailando a oscuras por las avenidas y los carriles del Metrobus fue una combinación perfecta para mí. Y acá llegamos a la anécdota particular que quería contar.



Como estoy sole, le voy pidiendo a algunes que me saquen fotos. Una chica me presta su Copa Mundial de cotillón para que pose sobre la Avenida Corrientes. Un hombre me dice que me sacó la mejor foto de todas (aprecio que se haya copado tanto con la misión). Pero quería una foto al lado del Obelisco así que me acerco a un chico sobre la 9 de julio, quien acepta con algo de renuencia pero su pareja me alienta diciendo que sí, claro que hay que sacar una foto de esto y qué adorable mi cámara "retro" (es del 2011).


Me alejo unos pasos y ahí me pasa lo de siempre: no sé qué hacer frente a la cámara.


"Realmente tendría que practicar," pienso. "O en realidad, ya que estoy acá, canto algo."


Así que empiezo.


"Vení, vení...cantá conmigo..."


Estoy un poco sole, justo no tengo personas cerca, y llego a cantar todo sin que nadie se cope. Termino saltando con los brazos en el aire y me doy cuenta que el tipo me está mirando con una cara de confusión total. Su pareja está con el celular.



Tienen que entender que yo nunca empiezo estas cosas. Casi siempre soy quien acompaña, muchas veces después de un momento inicial de confusión. Pero pienso "ya fue" y arranco de vuelta más fuerte.


"Vení, vení! Cantá conmigo!"


Y ahí escucho "Que alguna amiga vas a encontraaaar!"


Y de repente aparece una chica con muletas que se me acerca y empezamos a bailar mientras gritamos "QUE DE LA MANO DE LIO MESSI TODA LA VUELTA VAMOS A DAR, VENÍ VENÍ...!"



No sé cuántas veces lo cantamos — honestamente me preocupaba un toque que estuviera en muletas y saltando con tanto entusiasmo — y el tipo ya parecía estar ansioso de devolverme la cámara pero no me importaba. Me salió bien, alguien se había prendido con mi canto dentro del brote general de celebración que estábamos viviendo y cómo amo estar en Buenos Aires de noche y de festejo y qué hermoso que ganamos el mundial.



Se llama Delfi y no creo que nos crucemos nunca más en la vida pero tengo que agradecerle por esta cristalización de lo que significa para mí vivir y ser de este país. Sólo acá me pasan estas cosas.


Estas fotos son de mis preferidas del año pasado porque muestran esa sensación de hogar que describía antes, la calidez de la ciudad frenada. Por más asquerosamente optimista que suene y aunque sea sólo por un par de minutos, son un recordatorio de que algune amigue vas a encontrar.


P.D. Tengo otra anécdota de los festejos mundialistas que conté en un Instagram Live de mi podcast, Charla de Tíes, si les da intriga.

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